La edición de Tal Cual de fecha 21 y 22 de mayo del presente año, Héctor Becerra, nos regaló un grato recuerdo añorando aquella Lucha Libre, de nuestros años infantiles, hoy la reproduzco tal cual, pero le agrego una dedicación a Nicos Petrus en su gimnasio New Gym, allá en el bulevard panteón de la ciudad de caracas....
Noche de sábado, de candilejas y de lucha libre. La emocionante esperada batalla entre sucios y limpios, rudos y técnicos, malos y buenos, vista desde la comodidad del sofá. Sudor y máscaras de mil diseños. Patadas voladoras y el "abrazo del oso" de los más fuertes . Show de la mejor televisión. Actuación teñida de realidad cruda.
La lucha libre, o el catch as catch can, así rebautizada más adelante, es uno de los iconos de la cultura popular criolla del ya extinguido siglo 20. Testimonio cultural de una época hoy reducido a su mínima expresión en este país de convulsiones, porque en otros, como en México o EEUU, aún es atractivo de multitudes, transmisión de alto rating para las grandes cadenas, FOX Sports entre éstas.
Este espectáculo, prácticamente desaparecido de las marquesinas nacionales, marcó la vida de varias generaciones durante la era pre computadoras, play station y redes sociales, cuando la diversión masiva se centraba en los estudios y gimnasios, las fiestas vespertinas, la playa, el cine y la muy hogareña Tv. En la Caracas de entonces, años 60 y 70 para más dato, la muchachada de la vecindad, en lo que a nosotros compete, compartía su afición por la pelota con las carreras de caballos y la magia que se desprendía del Nuevo Circo, del Palacio de los Deportes (San Martín), y del estudio principal del Canal 8, más luego, escenarios sedes de las "grandes ligas" de los luchadores.
Verdadera pasión y graderíos repletos. A falta de transmisiones frecuentes de beisbol y las virtualmente inexistentes de fútbol, los programas de la lucha libre aparecían en pantalla cada jornada sabatina con puntualidad sagrada. Apenas culminada la cartelera del sábado, ya se conocía quiénes combatirían en el próximo. Y durante toda la semana uno especulaba con los desenlaces de las refriegas anunciadas: "Si el Fantasma pierde contra Bernardino La Marca le van a quitar la máscara".
Los no tan niños sabían que los combates estaban matizados con su alta dosis de teatro, aunque los luchadores transpiraban rasgos de deportistas. Pero aún sabiéndolo, a pesar de que la inocencia infantil respecto a la autenticidad de las luchas estaba rota, la atracción por aquel vodevil mediático, completado por los árbitros y el público, permanecía intacta. Subsistía un amplio contingente de héroes y antihéroes del cuadrilátero. Hombres y en ocasiones mujeres (la Dama de las Cadenas), que compartían oficios, necesidades y camaraderías tras bastidores.
Héroes y antihéroes. El enmascarado Doctor Nelsón, quien subía de impecable blanco para someter con su llave de fábrica, la "doble Nelsón", al Dragón Chino, vestido de negro, uno de los más sucios y que a pesar de su saña era seguido por una enorme legión de fanáticos. Este rudo, también de los más populares, se untaba sus sustancia "venenosa" en las uñas, que la gente decía era jugo de limón, para restregársela en los ojos al rival y "enceguecerlo2 en pleno careo.
El Barón Oliva, narciso y presumido, siempre peinándose una frondosa, desordenada y grasosa cabellera. Basil Batah, el super limpio que luchaba a rostro abierto, sin máscara ni antifaz, un caballero llegado del Líbano. El Médico Asesino, otro sucísimo que hacía buen honor a su nombre masacrando sin piedad a los adversarios, así se rindieran. El gigantón Gladiador Croata, el Enano Siniestro o el noble Tigrito del Ring, quien después resultó ser un atinado reportero gráfico de El Nacional. El Gran Lotario, negrón cubano convertido en tele novelero. Habían muchos otros: Dark Búfalo, el Indio Apache, el Guanche Canario, el Gran Jacobo...
En un tiempo anterior, que en lo personal sólo conocimos por lecturas y referencias, existió un legendario combatiente, de los más limpios, El Chiclayano, un estelar de cuando las luchas de los 50 en el Nuevo Circo. Dicen que era combinación perfecta de atleta y actor, un personaje increíble que nación en Chiclayo, Perú, y cuyo verdadero nombre era Gustavo Seclen Menchola. Murió en Caracas hace unos días a los 91 años, pero se puede conocer parte de su aventura de vida leyendo varias extensas entrevistas que ofreció. Uno se entera de cosas curiosas e insospechadas.
Según cuenta el periodista Héctor Márquez (NuestraGaita.com 2005), El Chiclayano llegó a esta capital a los 24 y se radicó cerca del mercado de Quinta Crespo. Comenzó como futbolista en su patria e hizo básquetbol, natación, trote y lucha libre. Fue corresponsal de farándula, torero, entrenador, masajista, compositor, escritor, poeta, actor y fotógrafo.
Juraba este polifacético individuo, entre otras confidencias, que Pablo Morales y Oscar Prieto compraron a los Leones del Caracas en 1952 con las ganancias que obtuvieron como promotores de la lucha libre. El Chiclayano disputó más de 7 mil combates y a la hora de la chiquita le tendió la mano a sus contrincantes, limpios o sucios. Sabiendo como es sabido que aquellos rudos no eran tan bichos como pintaban, que la convicción de que más de uno tiene que haberlo llorado
